Decía Lefebvre que el derecho a la ciudad es la posibilidad de disfrutar de una ciudad de la manera que cada uno necesite, en oposición a la homogeneización a la que la someten los criterios de algunas clases sociales. Hablando de identidades y heterogeneización, hace no muchas décadas la literatura académica tildaba a València de ser una agrociudad y, de hecho, ésa ha sido la particularidad del Cap i Casal a lo largo de la historia. La capital del antiguo Reino, ahora País Valenciano, siempre se ha definido por su contacto con la huerta, de una forma que, hasta hace no mucho, ha conformado su carácter urbano, su economía y actividad y, cómo no, la habitabilidad, cultura y carácter de su gente. Y, por conexión, de un país entero.
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El dret a la ciutat no és compatible amb l’urbanisme liberal. L’exemple del PAI de Benimaclet.